Paradójicamente, donde aparece mi vena vital y optimista es en el teatro para niños. Pareciera que mi añoranza de la infancia despierta mi deseo de jugar. Es una paradoja porque yo pensaba que jamás podría escribir algo para ellos. Me sentía muy inseguro con los niños. Pero Mónica Echeverría del Ictus, me convenció el año 62 para que escribiera algo para niños. Ella me ayudó e hicimos ‘Serapio y Yerbabuena’.
Delpiano, María Olga.
“Jorge Díaz: Me he creado un huevo para vivir, fuera de él me siento desprotegido”.
El Mercurio, 28 de marzo de 1982
Cuando la compañía Ictus desarrolló su línea de teatro para infancia dirigida por Mónica Echeverría, ella lo involucró en el proyecto, donde se montaron también Chumingo y el pirata de lata (1963, escrita en colaboración con Echeverría y firmada originalmente con el pseudónimo de Pepe Abedul) y Los ángeles ladrones (1965).
Viviendo en España, participó de la compañía Los Trabalenguas, que también fue una experiencia muy intensa de trabajo en la que al igual que en sus
comienzos en Ictus y luego en el Teatro del Nuevo Mundo (y en realidad como en cualquier compañía itinerante). Díaz aportaba en las más variadas labores de
la producción teatral, además de dramaturgo diseñaba escenografías y material gráfico (como afiches y programas de mano), cortaba boletos, trasladaba, montaba y también actuaba. El alcance de sus obras fue muy amplio, la compañía estimaba que sus aproximadamente diez montajes habían tenido 1120 funciones que han visto 168.000 espectadores en edad escolar. Con el objetivo de acercar el teatro a estas audiencias y de motivar el juego teatral en el aula, desarrollaban obras
que se desplazaban por diferentes espacios: la sala de clases, el patio, la calle, los escenarios.
Los aportes de Díaz a la escena nacional para la infancia son de gran importancia, no solo por las muchas obras que escribió, sino también por sus
reflexiones y escritos sobre este teatro y la relevancia de explorar los juegos teatrales desde una edad temprana. Podemos destacar en esta línea las publicaciones Manual de teatro escolar, escrito en colaboración con Carlos Genovese (Santiago: Edebé, 1993) y Repertorio de teatro escolar (Santiago: Ril, 2001). Para Díaz, el juego y la actitud de asombro propia de la infancia hacen de los niños y niñas una audiencia compleja que no debe ser subestimada por la dramaturgia en los temas que se abordan ni en la calidad del trabajo actoral.
En Chile y luego en España estaba
dominado por un animismo (objeto o
animales que hablaban como seres
humanos). Luego pasamos a una etapa
terriblemente didáctica donde el aspecto
épico era nuestra principal preocupación;
y no hace mucho tiempo el trabajo estaba
teñido de cierta manipulación de tipo
ideológica, y te pongo por ejemplo la obra
‘El generalito’ que salió de la cólera
empapada en mí por la situación chilena,
pero que en España tuvimos que estrenarla
como ‘El mariscalito’ porque en la
jerarquía militar española no existen los
mariscales. Bien, esta obra, aunque tenía
elementos poéticos, estaba impregnada de
un poco de maniqueísmo y de manipulación.
Desechamos esa etapa, y ahora entramos en
otra, que más adelante desecharemos
también, en la que tratamos de dar temas
adultos a los niños, temas que de alguna
manera están en la problemática diaria de
los niños y mayores. Pero dando los
instrumentos para que los propios chicos
puedan componer el puzzle sin una
confusión excesivamente subrayada.